Esta nota de opinión fue publicada en el diario Clarín, Sección Sociedad, el 2 de setiembre de 2016.
"No mueve el amperímetro de la calidad educativa"
Hay un solo camino, la educación.
¿Por qué debatir por el rol de las nuevas tecnologías digitales en el aula? ¿Acaso no es evidente que la utilización de dispositivos tecnológicos es necesaria para convertir a las aulas en espacios más acordes al siglo XXI que con el siglo XIX?
Me permito problematizar esta
frase que desliza la idea de que los dispositivos tecnológicos en el aula es lo
que asegura el cambio y produce diferencias significativas en los procesos de
aprendizaje de los alumnos.
La experiencia de los últimos
años, en países que aplicaron programas masivos de entrega de dispositivos
digitales a los alumnos como la Argentina, confirmó lo que ya sabíamos: que la
sola presencia de éstos en el aula no mueven el amperímetro de la calidad
educativa, si es que entendemos la calidad como una mejora de los egresados
para seguir aprendiendo permanentemente, para comunicarse en diferentes
formatos y lenguajes, para utilizar el pensamiento científico y crítico en la
vida cotidiana, para mejorar su capacidades de comprender y transformar su
entorno y para ser, también, ciudadanos críticos.
Debatir es necesario porque
tenemos que generar un consenso sobre cómo a partir de las tecnologías
digitales y los conocimientos disponibles en la actualidad generamos mejores
espacios de aprendizaje, que den cabida a todo el potencial que se habilita a
partir del uso de estas tecnologías.
Lo que debemos reconsiderar a
partir de las transformaciones sociales, el avance científico y tecnológico, es
qué queremos que suceda en estas nuevas aulas.
Esto implica cuestionar los
supuestos de lo que entendemos por aula, desde lo roles del docente, de los
alumnos, los objetivos, habilidades que pretendemos ir desarrollando a lo largo
del tránsito por el sistema educativo y volver a pensar y construir estos
grandes acuerdos.
Las nuevas tecnologías
extienden nuestras capacidades cognitivas y nos habilitan a imaginar infinitas
posibilidades educativas, pero el sentido del uso de estas tecnologías en la
educación debería ser una construcción consensuada –y no una imposición
tecnológica caprichosa–, a partir de lo que pretendemos que suceda en el aula.
Esto nos pone como sociedad a
pensarnos constantemente hacia dónde queremos ir y qué planes nos hacemos para
lograrlo.
Estas mismas consideraciones
deberíamos tener en cuenta al pensar sobre “otras nuevas tecnologías” más allá
de los dispositivos digitales, que van permeando hacia la educación. Entre
ellas, gamificación, realidad virtual o neurociencia.
Por Fabio Tarasow. Coordinador
PENT-FLACSO Argentina
Links al 22 de setiembre de 2016